Una constante repetida en los humanos es la facilidad de recordar sentimientos de amor y cariño que, una persona en específico, nos mostró en algún punto simbólico de nuestra vida. Niñez, adolescencia o adultez no importa el tiempo pues, lo único relevante, es esa emoción que nunca desaparecerá y, una gran exponente de este sentir, es aquella mujer que ha dado mucho por uno mismo. Nuestra madre.

Durante mucho tiempo, la ardua labor de una madre, había quedado a un lado llegando a no ser tomado como algo que es. Un trabajo de tiempo completo que, a diferencia de otros, la mayor retribución era un abrazo y un gracias. En la actualidad es de agrado saber que, a diferencia de años pasados, las personas reconocen lo que están grandes mujeres han hecho.

Son ellas quienes se enfrentan a los temores más grandes de niños, aconsejan sobre la vida en la pubertad y se enorgullecen de quien eres en la adultez. La señora que nunca se cansara de decirte y demostrarte que tanto te ama.

Aun con todos esos sentimientos a ellas debemos señalar ese algo que, sin duda alguna, no debemos olvidar y es la pregunta ¿qué es una madre? ¿Es la mujer que nos trajo a la vida? no necesariamente.

Una madre puede ser la mujer que te dio a luz, pero, también puede ser aquella tía que te brindo el mismo cariño que una, la mamá de un amigo a la que acudiste y te recibió como cariño, incluso la amiga que ha velado por tu bien etc. Son este tipo de personas que nos hace resaltar una frase muy típica que, sin duda alguna, tiene razón siendo: “Madre no es la que engendra, si no, la que cuida”.

No hay palabras suficientes para poder agradecerles a estas mujeres que hayan hecho mucho por el bien de uno pues, con honestidad, unas simples gracias no es suficiente para todo ese amor brindado. Incluso aun después de todo, sin duda alguna, nos hace recordar aquella frase que una vez Lady Diana de Gales dijo: “Los brazos de una madre son más reconfortantes que los de cualquier otra persona”